Reto 13: Aniversario
Escribe un fanfic donde el CMH celebre su aniversario.
El
frío era casi insoportable, a pesar de ir bien abrigado este se colaba por su
bufanda enrojeciendo sus mejillas. Aquél lugar lucía desierto dada la hora,
acrecentando el ruido de sus pasos sobre la nieve.
El
vaho formaba curiosas figuras al salir de su boca en pequeños jadeos; debe
recordar que entre el vino, el cigarro y otros vicios, ya no tenía la condición
para hacer ese tipo de recorridos.
Observa
la pendiente que crece sobre él, no ha recorrido ni la mitad del camino, pero,
ya siente explotar su corazón y sus pulmones. Afloja la bufanda intentando respirar
con mayor facilidad, pero el aire está tan frío que lo hace toser. Resbala
sobre la nieve quedando a gatas; la tos se intensifica con un sonido fuerte y
seco; pequeñas gotas rojizas se aprecian poco después, contrastando con el
impoluto manto. Intenta calmarse respirando hondamente y golpeando su pecho,
logra estabilizarse tras varias inhalaciones.
Débil,
deja caer su cuerpo de espaldas como si hiciese un ángel de nieve. Observa
fijamente el cielo que comienza a colorearse en tonos rosados y naranjas.
El
amanecer era hermoso sin lugar a dudas.
Cierra
los ojos un momento, escuchando el cántico de las aves que no volaron antes del
invierno, almas solitarias y en pena, cómo él mismo.
—Si
quiero llegar a tiempo, debo apurarme.
Más
tranquilo, se levanta lentamente, el pecho le duele al igual que las costillas.
Hace una mueca al erguirse completamente, la herida en su costado derecho a
pesar de estar sanada, le dolía constantemente. Su psicóloga decía que era un
problema psicosomático que aún no lograba curar.
Y él
sabía perfectamente a que se debía.
Sacude
de su abrigo y gorro los restos de nieve, no quería que se derritiesen y lo
congelaran más. Reanuda su camino a un paso más lento, era un poco tarde ya,
pero ÉL lo esperaría, siempre lo hacía.
Los
rayos del sol apenas surcaban el cielo, cegándolo por momentos. Coloca una de
sus manos bloqueando la luz, permitiéndose ver la vereda que ahora se convertía
en una inmensa hilera de escalones.
—No
recordaba que fuera tan largo.
Era
culpa suya por dejar que tanto tiempo pasara, cerca de una década que no ponía
un pie allí y aun así, creía firmemente
que él cumpliría su promesa. Y lo esperaría en aquél lugar.
Eso
era tan patético.
Sin
embargo, seguía subiendo las escaleras, a pesar del cansancio y el dolor,
porque había una mísera esperanza para verlo; sentirlo de nuevo y abrazarlo tan
fuertemente como antaño.
O
por lo menos eso esperaba.
Al
llegar a la cima, un precioso paisaje lo recibe, la nieve poco a poco se
derretía logrando una apariencia cristalina haciendo brillar el lugar.
Tantas,
tantas cosas recordaba con esa imagen, los juegos con bolas de nieve, sus escapadas
de clase, o cada que peleaban con sus respectivos padres. Siempre encontraban
algún momento para subir hasta ese lugar, y acompañarse en silencio, sin juzgar. Solo ofreciendo un mudo apoyo o un
hombro en el cual llorar.
Su
relación se dio desde niños, pequeños sin experiencia que vivían rodeados de
adultos demasiado ocupados para ponerles atención, uno siendo el guardián del
otro y viceversa. Siempre cuidándose entre sí, ofreciendo el cariño que los
demás negaban.
Camina
entre los árboles deshojados contando las bancas por las que pasa, sabe de
memoria el camino, pero no estaba de más asegurarse, ya no confiaba del todo en
su retentiva.
Al
contar la banca número quince, los resquicios de un árbol le dan la bienvenida,
era la base de un tronco ya mutilado, la madera se veía vieja pero en la
corteza aún se percibían rastros de mensajes hechos con navaja.
Acaricia
la rugosa superficie, un nudo se ha formado en su garganta y le dificulta
respirar ¿Cuándo lo talaron? Es estúpido que se sienta tan ligado a un ser con
una “vida” tan fugaz como lo era ese árbol viejo.
Era
consciente que en este mundo nada era para siempre, ni siquiera los recuerdos.
Eso no evitaba que doliera de todas formas.
Dejando
atrás los remanentes enmohecidos, se dirige a la banca, está un poco
destartalada, y una gruesa capa de nieve la cubría; barre esta con una rama
dejando un espacio decente donde sentarse.
Desde
ese lugar tiene una vista espléndida de la ciudad, que ya comienza a despertar.
Las chimeneas empiezan a humear y en las calles, pequeñísimas figuras muestran
el ir diario de los transeúntes.
Se
apretuja más en su abrigo, escondiendo sus manos en los bolsillos de este. El
frío aumentaba a esa hora de la mañana, pero no importaba, la espera lo
ameritaba.
Para
perder el tiempo, saca de su bolsillo un puro largo y un encendedor. Había readquirido
el hábito de fumar poco después de su accidente y desde entonces no lo había
dejado.
Al
dar la primera calada, un ataque de tos lo aqueja, dejando caer el cigarrillo para
cubrir su boca con una de sus manos; de nueva cuenta un rastro carmesí se ve en
el guante afelpado.
Ya
más estable, se agacha hasta tomar el puro olvidado ya está húmedo e
inservible. Hace una mueca molesta, era el último que tenía y la tienda más
cercana estaba en la entrada de aquél lugar.
Resignado,
agacha la mirada y entrelaza sus manos. A él nunca le había gustado verlo
fumar, así que, dejo de hacerlo cuando empezaron a salir como pareja.
Sonríe
al recordar su cara cuando se confesó, en su graduación de preparatoria. Cada
quien iba con su respectiva pareja, pero nunca se sacaron la vista de encima,
él por su parte, gruñía cada que sacaba a bailar a aquella chiquilla que parecía
su gemela. Empinándose cada que podía un vaso de ponche adulterado con licor de
dudosa procedencia, no es de sorprender que tuvieran que llevarlo cargando a casa.
Una
vez en su habitación, le había quitado los zapatos y el saco, para dejarlo más
cómodo sobre la cama. Al intentar irse, lo retuvo con fuerza jalándolo a su
pecho. Fue mala idea porque la cabeza contraria chocó en su nariz, ocasionando
una pequeña hemorragia.
Al
limpiar el desastre y una taza de café después, el silencio cayó sobre ellos, volviéndose
incómodo en segundos.
Sentados
uno a lado del otro permanecieron inmóviles, hasta que en un arrebato, le robó
un beso superficial. Un toque sutil, pero significativo. Sus manos en perfecta
coordinación se entrelazaron, no había nada de qué hablar, siempre supieron los
sentimientos que profesaban uno por el otro, pero por miedo jamás lo
demostraron abiertamente.
Eran
tan estúpidos.
Pero
se amaban así.
A
nadie sorprendió que a los pocos años, una vez que terminaron sus respectivas
carreras, anunciaran su boda, que era más una ceremonia simbólica, pero llena
de cariño. Intercambiaron votos y un par de anillos de plata, uno de ellos
tenía una circonia en el centro.
El
15 de noviembre unieron sus cuerpos y almas al son de una dulce canción, bajo
la luz de las velas, entre sábanas de terciopelo rojo.
Nadie
imaginaría entonces, que una mañana de diciembre, toda su dicha se perdería.
Eran
tan jóvenes después de todo.
—¿Hyung?
El
hombre mayor voltea, encontrándose con un muchacho que apenas rebasaba los 20
años, su piel era clara y lechosa. Vestía un suéter grueso de color gris claro,
pantalones de mezclilla y un par de zapatillas deportivas blancas. No parecía sentir el frío que hacía, con esa ropa tan ligera.
—MinHo…
—Hola hyung.
—Tardaste demasiado. Pensé que no volvería a verte.
—Lo siento,
aún no era tiempo.
El
menor camina hasta quedar al frente del
mayor, sus pasos son fluidos y ligeros, como si flotara. La nieve ayudaba a
darle un resplandor luminoso, casi divino.
Toma
la mano callosa con cariño, depositando un beso sobre ella, acariciando su rostro
lentamente con esta, cerrando los ojos ante el tacto.
—Te
amo.
—Yo
más.
Levantándose
de la banca el más alto, atrapa en un abrazo al castaño, quien esconde su rostro, a la altura
del hombro; aspirando el aroma a madera y café que desprendía el contrario.
—No
sabes cuánto te extrañé.
—Lo
sé, vi cada minuto de tu vida. Sé cuánto lo hiciste y cómo te culpaste.
—Fue
mi culpa.
—No,
ambos discutimos. Te alejaste de mí para evitar decir algo indebido y al ir tan
distraído no viste el auto.
—Pero
tú sí.— Un rictus de dolor acompañan sus palabras —¿Por qué tenías que empujarme?
—Shhhh — Acalla la voz entrecortada del mayor con un movimiento de manos. —Si en mi quedara, volvería a hacerlo.— Besa superficialmente los labios, comenzando un beso suave. La apariencia avejentada del mayor poco a poco cambia, las marcas a las orillas de sus ojos y en la comisura de los labios desaparecen, el pelo entrecano toma el color chocolate de antaño. El dolor de pecho se va, pero lo más notable, es la luminosidad de sus orbes negras. Que por la tristeza y el tiempo, habían perdido el brillo.
Entrelazan sus manos comenzando a caminar por la pequeña vereda descubierta de nieve.
—Lo importante ahora es que estamos juntos.
—Como
lo prometimos.
—Como
debe ser.
En
la olvidada banca podía vislumbrarse el cuerpo inerte de un hombre, su rostro se encontraba ladeado con una ligera sonrisa en sus labios, parecía dormir profundamente...en completa tranquilidad.
Un par de anillos de plata yacían en su mano derecha que caía torpemente sobre la banca, uno de ellos resbala y cae sobre un trozo de corteza seca; que en tiempo mejores tuvo escrito en ella: “Por siempre, como el firmamento”
Un par de anillos de plata yacían en su mano derecha que caía torpemente sobre la banca, uno de ellos resbala y cae sobre un trozo de corteza seca; que en tiempo mejores tuvo escrito en ella: “Por siempre, como el firmamento”
Sí,
habían sufrido, pero lo que más les enorgullecía era que no importaba la lejanía que los separaba, el tiempo sin verse o comunicarse. Su conexión era especial,
larga y duradera.
Nada
impediría que se viesen en aquél lugar, en su aniversario.
Ni
siquiera la muerte.
Total de palabras: 1598
Lamento la demora para este reto, he estado enferma y la medicina me tenía noqueada.
También siento que la trama no tiene nada que ver con lo pedido, pero así surgió. Últimamente he hablado acerca de la muerte con mi pareja y bueno, algo así es nuestra percepción. (Más la mía lol)
Espero les haya gustado y dejen un reviewcito con amorsh (?)
Se les quiere!
See ya!!
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